07 mayo 2010

Ficción


Vengo a no saber qué escribir.
Abertura de la boca de un demonio sin nada dentro.
Vengo a no poder.
Mi capacidad resulta de la experiencia de la nada.
Hoy aplastaría mi cabeza de un alpargatazo.
Vengo a decirme la inutilidad que soy.
Algo así como “arrojémonos al vacío de un cuaderno y ahoguémonos de puro aire”.
Hoy voy a escribir sobre una persona que no puede. Empezaría diciendo: “Ella no puede.” Pero ese relato no podría seguir. Simplemente debería cambiar de tema. Sería algo así como: Ella no puede. Hablando de otra cosa, ayer el tren se quedó al salir de Zapiola. Un hombre gritón organizó la vuelta a casa. Para ser más precisa, el tipo no gritaba, simplemente hablaba fuerte y mucho. Era el último tren y a esa hora sólo quedaban doce personas en los tres vagones. Dos se fueron. Quedamos diez.
Hoy el enemigo acecha. Parece un frío desplomado sobre el cuerpo. Un frío de agujeros.
Contame recuerdos de la infancia. Decime cómo queríamos pescar sapitos con cola en la zanja.
A esta altura me siento una farsante de mi propia vida. Una historia de actualidad: una persona que dice ser escritora y no puede escribir ni cinco renglones por semana.
Me voy. Me quiero ir de algún lado, pero no sé de dónde ni hacia dónde.
Intento escribir la historia de la chica pero no puedo porque no sé a dónde quiero llegar.
Si digo que suena el timbre, la chica abre la puerta de calle y encuentra a su amigo perro, Yucón, que la invita a ir a pescar sapitos con cola al canal y se van, entonces no puedo decidir qué pasa en el canal porque no sé a qué quiero llegar.
¿Vienen unos extraterrestres y los raptan?
(¿Para qué quiero hablar de extraterrestres?)
No, después por alguna razón el perro y la chica se separan y al final de la historia se reencuentran y el perro se muere. Eso me parece de cuarta. ¿Y por qué la tiene que venir a buscar un perro que sabe tocar el timbre?
Yucón es el perro que conocí en Tucumán. Lo imagino corriendo por el casi vacío canal. Mojándose y sintiéndose más perro al volver, hediondo, a mi encuentro.
Las cosas no ocurren en el más allá. En un extramundo de mis ideas. Ocurren en un lugar acá de mi cabeza. Como la casa, los muebles, el cenicero, el tren y los amigos. Ocurren. Mi vida está así de amueblada con fantasmas. Irrumpen los extraterrestres. Lo sabía. Esa parte ya venía. Fantasmas y extraterrestres son casi lo mismo para lo real. Vienen justo a tiempo a sermonearnos con el dedito erguido e iluminado. No puede. No puede. Demasiados fantasmas. Demasiados. Ahora, yo digo: ¿los extraterrestres vienen para el bien o para el mal? El perro se va y nos quedamos hablando con los ET. ¿Por qué hablo en plural si la chica es solo una? La chica se queda hablando con los ET sobre la cuestión del bien o el mal. Uno de ellos le explica ya bajando el dedito linterna, ya subiéndolo en dirección al tanque del agua, ya apoyándoselo en el mentón. Pero es difícil entenderle porque habla en otro idioma. Yo quisiera- dice la chica toda oídos- pero no le entiendo, señor. Váyase a hablar con otro- y se va.
¿Pero a dónde se va? ¿Hace frio? ¿Se murió el perro? ¿Dónde queda el canal? Hay muebles que se perdieron. La casa está desordenada y no hay nada que se pueda encontrar. Se pierden las letras como las medias abajo de la cama. ¿Dónde están los perros que construí? Todos los perros se mueren. La historia habla de la bendita realidad (eso a lo que queremos llegar). Ningún perro vive más que una persona real. En algún momento el perro se muere y queda un fantasma. O un extraterrestre, para el caso es lo mismo. Y con los extraterrestres no se puede hablar porque son tan burros que hablan otro idioma. Y no sería divertido, además, tener un extraterrestre de mascota. Al menos, sería de-modé. Por eso, presiento que la historia va para cualquier lado. Si uno pretende hablar de la ‘bendita realidad’, ¿para qué hacer intervenir a extraterrestres televisivos? En realidad, a mí nunca me interesó hablar de la ‘bendita realidad’. El caso es no poder hablar de otra cosa. ¿Pero cómo sería hablar de otra cosa si las palabras sólo pueden mencionar lo real? Los muebles que construimos para entender el mundo. Habría que hablar otro idioma, pero un idioma que ni siquiera nosotros entendamos. Aprender a hablar como un loro el idioma de los extraterrestres. Ahora resulta que la chica termina convirtiéndose en la mascota de los extraterrestres. La tienen encerrada en una jaula y le enseñan a reproducir gestos que no entiende. Pura mímica. Farsa. Enclenque, imposibilitada de toda nueva creación. Hablar el idioma de los ET carece de entusiasmo a la larga y la chica decide irse. ¿pero de dónde y hacia dónde? Ay, como todo el mundo sabe, es imposible deshacerse de un fantasma. Una vez que ya se adquirió…a limpiar caca de fantasma para toda la vida. Sería bueno reestablecer los roles y decir: -Bueno, loco, me parece que las cosas no están andando bien y me parece que sería bueno dejar de vernos por un tiempo. Necesito pensar- Atónito el tipo. No lo puede creer. Dice: -…perooo…yo pensé que estaba todo bien- Y ella le contesta: -Es que somos muy distintos. A mi no me cabe andar repitiendo todo lo que vos decís. Quiero mi autonomía.-
Uno podría pensar que es así de fácil. Pero el fantasma es un denso que trasmuta y reaparece siempre en diferentes formas. Imposible. Imposible deshacerse. Los ‘cómo’, los ‘te dije’, los ‘¿hasta cuando?’. -Me denseas. Plantiemos un divorcio. Andate de mí por un tiempo. Buscate otros horizontes. Calma esas ansias de perjudicarme en otras cabezas. Como bicho malo estás, gruñéndole a tus dientes. A contramano. Siempre un corso a contramano. – dice la chica. Pero todavía no se enteró si los fantasmas vienen para bien o para mal. Un terrible discursejo perdido entre las galaxias de los idiomas. Aun así, siempre se sale del paso cambiando de tema. La historia del bien o el mal ya dio de comer a muchos pero ya caducó. Es pre-Alf. Más pagaría una historia de tren pero sin fantasmas. ¿Qué pasó con los diez pasajeros varados en Zapiola? Es de noche, hace frío. ¿Conocés Zapiola? No anda ni el loro. Uno de los pasajeros tiene parkinson. Mueve mucho las manos. Yo pienso que es por el frío y los nervios. Después me entero de la enfermedad. El que grita mucho lo conoce, aparte me cuenta. Si la historia es de un asesino, podría ser el gordito trajeado de iglesia evangélica. U otro, hay que pensarlo bien. Que sea el señor de Parkinson sería muy obvio y no es que tenga nada contra los enfermos de parkinson. Ya veremos, de todas maneras me gustaría que en la historia se incluya un roce proteico entre la chica que hace de mí y el otro chico de la iglesia evangélica que mientras no abra la boca para hablar de dios estaba bastante bien. Pensándolo bien, el asesino podría ser este chico que estaba camuflado como misionero del reino de jehová pero resulta que era un terrible farsante. Pura mímica. Así me gusta más porque el chico deja de ser un corderito del señor y pasa a ser alguien interesante. Lastima que justo un asesino…¿Cómo puede ser? ¿Las alternativas son o misionero o asesino? Qué injusta es la vida. Es tan difícil hablar de otra cosa cuando no se quiere hablar de uno mismo y tan fácil hablar de otra cosa cuando se quiere hablar de uno mismo. Mucho tiempo atrás, pescar sapitos con cola también era dificilísimo.

3 comentarios:

Lorenza Murió dijo...

tu blog es inmenso, inagotable y hermoso! tuviste la amabilidad de venderme "WAYN" en la última Flia y yo tuve el descaro de postear los versos que más me impacataron.
Eso, y saludos!!
M

Nora Fiñuken dijo...

bueno, gracias a vos por semejante descaro, me alegra que alguna frase del libro te haya llegado, saludos

Natalia Petronacci dijo...

Me encantó el comienzo:
"Vengo a no saber qué escribir.
Abertura de la boca de un demonio sin nada dentro". Aparte de un Diario, tiene un aire a tratado sobre la escritura!
Besos y nos vemos...

Aparte, si podés mandáme info sobre CURCUMA EDICIONES, por si se me da la loca de publicar en algún momento

Saluditos!