27 junio 2007

Poema mínimo

Conseguí trabajo en el cielo.
Lavo los platos y sirvo los sanguchitos.
Cuando todos se van,
con una palita y una escoba,
junto los globos reventados del piso.
Me gusta ver el antes y el después.
Antes de empezar me paro y miro
los parches blancos desparramados en el piso azul.
El proceso es un juego de metas.
Apoyo la palita detrás de un globo,
lo subo a la nave con la escobilla,
luego viajo hacia otro.
A veces me equivoco y tengo que volver atrás.
Cuando todos mis personajes reventados
están en el trasbordador,
me vuelvo y miro la pista toda azul.
No hay de qué preocuparse;
Ya no quedan obstáculos.
Todos los reventados
van a parar al tacho.
Lo de los vasos de los arcángeles
es otro tema.
El primer día los lavaba con dedicación.
Metía la mano con la esponja bien
hasta el fondo.
Pero empezó a arder;
Sentía leves rasguños.
Ahora sólo paso la esponja por afuera
y toda mi intención
es formar bellas torres
apilándolos unos sobre otros.
Parecen palacios de naipes,
pero hechos con vasos mojados.
Los arcángeles no tienen labios,
sino púas;
Por eso rompen los bordes
y no hay que beber donde ellos bebieron.
Tampoco tienen lenguas sino cornetas,
y puede ser esa la razón
por la que a cada rato me dicen:
“Dame pepsi”.
Siempre que puedo procuro evitarlos.
Descubrí en estos días que hay algunos
que son peligrosos.
De lejos sólo parecían algo endemoniados.
Saltaban de un lado a otro.
Aparecían allá,
y detrás mío gigantes
y diminutos bajo mi pie
cuando mis manos llevan la bandeja
con cosas a punto de quebrar.
Si se mueven permaneciendo en el mismo sitio
es lo más impresionante:
Parece que sus miembros van a desprenderse
y la sincronización es un absurdo
que deja paso a la realidad.
Pero mientras se mantengan en su bacanal
sólo son curiosos.
Los peligrosos aparecieron hoy.
Pude percatarme justo a tiempo.
Había dos escondidos
detrás de la barra.
Los vi en el mismo momento
en que habrían los ojos
enormes y sus manos se cerraban nerviosas
exclamando al unísono:
“¡Chizitos!”
Los saqué inmediatamente
y evité la catástrofe.
Ya me habían advertido:
“Que los arcángeles no descubran
las bandejas antes del break,
porque sino hay que prepararlas de nuevo”
Y todo sería muy fácil
sino fuera por el círculo de los muertos vivos.
Llegan y se sientan.
Fuman comen beben.
No sé si hablan.
Al pasar cerca de ellos sólo escucho
un buruburubebrubru.
Lo demás no es real.
Hay que entrar en el círculo
y dar pasos de murciélago
entre la fantasía y el humo.
Si un muerto vivo me dice-sonriendo-:
“¿Me servis café?”
Hago mi sonrisa de murciélago
y vuelo rápido con tacitas y cucharas.

Mas tarde subo al colectivo
La calle y la noche me parecen inmensas
No quiero pensar en nada

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como te comprendo! :-P

nat dijo...

encantadorrrr!
y qué linda la foto de los santos!

Anónimo dijo...

trabajar en el tantalo, tampoco esta bueno y te hace sentir «minimo».
me gusta la ironia.