10 enero 2008

Henry Miller- 1934

He hecho un pacto tácito conmigo mismo: no cambiar ni una línea de lo que escribo. No me interesa perfeccionar mis pensamientos ni mis acciones. Junto a la perfección de Turgueniev coloco la perfección de Dostoyevski...Así pues, ahí tenemos dos tipos de perfección en un mismo medio. Pero en las cartas de Van Gogh hay una perfección que supera a una y a otra. Es el triunfo del individuo sobre el arte.

Ahora sólo hay una cosa que me interesa vitalmente, y es consignar todo lo que se omite en los libros. Que yo sepa, nadie está usando los elementos del aire que dan dirección y motivación a nuestras vidas. Sólo los asesinos parecen extraer de la vida, en grado satisfactorio, lo que le aportan. La época exige violencia, pero sólo estamos obteniendo explosiones abortivas. Las revoluciones quedan segadas en flor, o bien triunfan demasiado de prisa. La pasión se consume rápidamente. Los hombres recurren a las ideas, comme d'habitude. No se propone nada que pueda durar más de veinticuatro horas. Estamos viviendo un millón de vidas en el espacio de una generación. Obtenemos más del estudio de la entomología, o de la vida en las profundidades marinas, o de la actividad celular...
El teléfono interrumpe esta reflexión, que nunca habría podido llevar a término. Alguien viene a alquilar el piso...


El empapelado con que los hombres de ciencia han cubierto el mundo de la realidad se cae a jirones. La gran casa de putas en que han convertido la vida no requiere decoración; lo único esencial es que los desagües funciones adecuadamente. La belleza, esa belleza felina que nos tiene cojidos por los cojones en América, se ha acabado. Para sondear la nueva realidad primero es necesario desmantelar los desagües, hay que abrir los conductos gangrenados que componen el sistema genitourinario que proporciona las excreciones del arte. El olor del día es el de permanganato y formaldehído. Los desagües están atascados con embriones estrangulados.


Te arrojan al mundo como a una momia pequeña y sucia; los caminos están resbaladizos de sangre y nadie sabe por qué ha de ser así. Cada cual sigue su propio camino y, aunque la tierra se pudra en cosas buenas, no hay tiempo para arrancar los frutos; la procesión se abalanza hacia el letrero de la salida, y hay tal pánico, tal ansia por salir, que los débiles y los indefensos quedan pisoteados en el fango y no se escuchan sus gritos.

Henry Miller, Trópico de cancer, 1934.

4 comentarios:

toto scurraby dijo...

no es restrictiva ,trata de ser abarcativa.me piace il blog ragaza.seguire frecuentandolo

Idioteque Music dijo...

hola, ya arregle los links que me pediste
saludos
idiotequemusic.blogspot.com

Anónimo dijo...

Librazo!

H.R.Cuenya dijo...

Los Trópicos de Henry Miller para mi fueron un despertar, sensual y espiritual. Hermosos parrafos, aunque suena raro eso de: "hermosos parrafos".