06 octubre 2006

La irrupción de Héctor



Héctor me pide que lea con gravitación. Y yo me prendo a tu sonrisa e intento seguirte con mis pies de ancla en la arena.
Gravitá Héctor. Gravitá para mí. Sigues corriendo, escondiéndote de las sombras. Detrás de un árbol escudriña la galería de calles y cuando piensa haberse librado, atrás suyo otra vez la sombra. Y le dice “Oiga usted se equivocó (es que no la tutea porque no hay confianza) Está siguiendo a la persona incorrecta.” Y la sombra no sabe qué hacer con Héctor. Quizá, un día de esos, al que todos hemos llegado, la sombra despertó habiendo perdido a su hombre. Acurrucado a su lado, entumecido en una noche perpetua, Héctor dormía. Y así, como quien no quiere la cosa, detrás de él corre y corre para no perderlo de vista; para no quedarse sola, tiritando con las sombras que duermen debajo de un auto. Pero Héctor se enoja –“No me siga más” y luego compasivo- “No ves tontita que no soy yo, que yo la sombra, que gravito, andá nomás. No tenés que enamorarte del enemigo, Nora. ¿Lo escuchaste, detrás tuyo, en la canaleta, el agua que caía como meada de vieja? Era el enemigo. Hay que gravitar. Yo voy corriendo por las calles, esquivando las sombras que se me quieren acoplar, juego a las escondidas detrás de un vaso de grapa y me divierto mirando a las sombras confundidas: espiando en los rincones, besando los pies de los árboles, buscando, buscando, tanto me buscan que al final siempre me encuentran y tengo que luchar. Me saco una pluma de abajo del brazo y en el crepúsculo les hago cosquillas y las piso camino a la almohada de cartones y licores que me muerde la barba mientras me hago el dormido. Porque yo no duermo; gravito, nada más.”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Luego de este texto, dan ganas de saltar a la calle... se va el espanto de salir a la calle. Grande Nora!

Anónimo dijo...

si vas a saltar que sea desde bajito, no vaya a ser que despues le echen la culpa a nora o a hector o a la calle por su dureza; gracias che,