17 enero 2011

Cuatro estaciones: Invierno (el tiempo es el animal devorador)




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Día del padre. Almuerzo con papá. Un poco raro, mis hermanos no están.
Luego a dar vueltas en auto sin rumbo y terminamos en Navarro en la “fiesta del buñuelo navarrense” (!). Hay dos estaciones de tren pero ya no pasa ningún tren. Una de las estaciones está cayéndose a pedazos, abandonada. La otra, convertida en museo.

Siento como mi mente se dispersa por el deseo de fumar. La siento irse. Pareciera desprenderse ondulante tras una idea. Y quedo varios minutos mirando fijamente a nada.
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Papá está empezando a parecerse a un anciano. Algo extraño. Nunca pensé que llegaría ese momento.

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46 horas sin fumar. Creo que voy a abandonar el plan en este momento.

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71 horas sin fumar. Creo que voy a abandonar el plan en este momento.

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[…] quizá día a día la ansiedad se va retirando, como una luna menguante. En este texto se ha repetido mucho la palabra “día”, sería más certero tachar todos los días y poner noches. En las noches crece la ansiedad, parece ir acercándose con la oscuridad. O quizá se ve mejor con la oscuridad, como las estrellas. Pero no deseo hacer ninguna comparación romántica que aburren y no vienen al caso. No tienen nada que hacer acá. Acá estamos mi velador y yo y nada más.

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No quiero ser sumaria. ¿Para qué? Creo que ya han pasado las noches. Ahora viene la escritura. Pero no deseo escribir lo que pasó.
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Yo soy el presente.

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Era en una casa quien sabe donde. Había otra gente pero no la recuerdo. Ella extendió sus patitas hacia mí y me abrazó. Teníamos el amor tan guardado. Y así estuvimos abrazadas deambulando por habitaciones vacías de todo conocido. Nada de impresiones ajenas, sólo esta luz. No, no era dolor. No hay nada semejante que quepa en el dolor. Esa fue la última vez que soñé con Bili hace algunos días.

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Ahora que hace invierno del todo, no se escucha nada. Pero nada.
No se mueven ni las cañerías.

(Cuando vivía en buenos aires y tenía bañera me gustaba llenarla de agua caliente y quedarme tirada ahí. Un día sumergí mi cabeza y me quedé sólo con la nariz afuera. Al rato empecé a sentir ruidos muy extraños de movimientos guturales. Luego me contaron que a través de las cañerías se pueden escuchar hasta conversaciones de las paredes más allá)

Entonces me quedo callada y de vez en cuando se escucha el ruido de un motor acelerando, un crujir en el cielo raso (cielo-raso es una palabra muy extraña), el tic tac del reloj de la cocina, un perro toreando muy lejos y mi estómago ¡siempre quilombero!

“Nada” no es una palabra eterna (¡y quien dijo que las palabras son eternas!) “Eterna” no es un adjetivo adecuado casi para nada.

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Oh, si. Entre ayer y hoy he tenido unos pensamientos muy reveladores (sobre trajes, modos de relación, futurología, Petronio, Gogol y Kafka, la llorona y un etc abrumador, un etcétera escrito en letras mayúsculas, un ETC aplastante)
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Sobre las revelaciones voy a escribir, quizá mañana. Hoy fue tan largo el día.
Algo voy a decir: el viento, al abrir la puerta de entrada, gimió atravesando toda la casa. Y se escapó hacia el jardín. Ahora parece un animal moribundo que rodea toda la ciudad. Lo siento ahí (como la llorona, está y no se sabe dónde)

(Quizá sólo sea un perro. Cada estación tiene su animal devorador. En invierno es el viento)

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[…] cuanto antes lo haga
(No sé qué iba a poner después)
Cuanto antes lo haga ¿qué?
Cuanto antes lo haga X
Más pronto. Más. Cuanto antes. El tiempo. El problema acá es el tiempo. No me preocupa otra cosa más que el tiempo.

 
Este post está relacionado con los anteriores de enero: "Cuatro estaciones: otoño", "Cuatro estaciones: Verano" y "Balances"

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